Todos los seres
humanos pecamos contra Dios, a menudo lo hacemos y podemos decir que todos los
días pecamos contra Dios.
La Palabra de Dios
enseña que el pecado es la transgresión de la ley de Dios, pecar es actuar
fuera de la voluntad de Dios, pecar es hacer todo aquello que la Palabra de
Dios dice que no debemos hacer, y aunque todos los seres humanos pecamos, la Palabra
de Dios establece una gran diferencia entre el que peca y aquel que practica el
pecado.
No es lo mismo pecar,
que practicar el pecado.
Definamos entonces a
que nos referimos con cada cosa.
Practicar el pecado,
es pecar de manera deliberada continua y repetitiva sin ningún tipo de temor a
Dios. Practicar el pecado, es vivir plenamente entregado a los deseos carnales.
1 de Juan en el cap.
3 versículo 8 y 9 dice: El que practica el pecado es del diablo; porque el
diablo peca desde el principio. Para esto apareció el Hijo de Dios, para
deshacer las obras del diablo. El que ha nacido de Dios no practica el
pecado, porque la vida de Dios está en él; no puede vivir entregado al pecado
porque ha nacido de Dios.
Respondamos también
esta pregunta: ¿Quiénes son aquellos que practican el pecado?
Como la Palabra de
Dios lo enseña, practican el pecado todos aquellos que no han nacido de nuevo,
todos aquellos que no han nacido de Dios y todos aquellos que no han experimentado
el poder de la regeneración a través del Espíritu Santo.
Practican el pecado
aquellos de quienes la Biblia dice en Efesios 2:1
Que siguen la
corriente de este mundo, que son esclavos del pecado y andan conforme al
príncipe de la potestad del aire.
Practican el pecado
aquellos que andan conforme a los deseos de la carne, aquellos que hacen la
voluntad de los pensamientos y de la carne y que por naturaleza son hijos de
ira.
Todos los que viven
de esta manera, necesitan saber que en esta condición no pueden ver el Reino de
Dios y no pueden participar de la vida eterna. Por lo tanto, necesitan volverse
a Dios en arrepentimiento, necesitan confesar con su boca que Jesús es el Señor
y que Dios le levantó de los muertos para que puedan ser salvos.
Ya hemos hablado
acerca de qué es practicar el pecado, ahora hablemos acerca de: ¿Qué es pecar?
Pecan todos aquellos
que han nacido de nuevo, cuando son atraídos y seducidos por su propia
concupiscencia y entonces ceden a la tentación. Pero aunque caigamos en ella y
pequemos, no se considera que pequemos de manera deliberada, continua y
repetitiva sin ningún tipo de temor a Dios.
Todos los creyentes
después de pecar sienten descontento, experimentan un impacto en sus corazones
y comienzan a sentir cómo el Espíritu Santo de Dios redarguye sus vidas.
Cuando como hijos de
Dios pecamos, estropeamos nuestra comunión con Dios, entristecemos al Espíritu
Santo y comenzamos a experimentar que se apaga el gozo y la alegría en nuestros
corazones. Por tal razón, necesitamos saber qué es lo que debemos hacer después
de haber pecado.
En 1 de Juan cap. 1
versículo 8 al 10 dice: Si decimos que no tenemos
pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en
nosotros. Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar
nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad. Si decimos que no hemos
pecado, le hacemos a él mentiroso, y su palabra no está en nosotros.
Hay personas que
después de pecar contra Dios no saben qué hacer y comienzan a ocultar su pecado,
comienzan a pensar que no hay solución, permiten que el sentimiento de
culpabilidad les atrape y algunos comienzan a alejarse de Dios. Otros piensan
que Dios les ha rechazado y que nunca más les recibirá; todas estas son cosas
que después de pecar no debemos permitir que nos ganen ventaja en nuestra vida.
Después de saber que
hemos pecado contra Dios, lo primero que debemos hacer es confesar nuestro pecado.
Debemos acercarnos a Dios y contarle lo que ha pasado.
Después de saber que
hemos pecado contra Dios, debemos recordar que Dios a través de su Hijo amado,
ha provisto perdón, no solamente
para nuestros pecados del pasado, sino también, para los pecados del presente y
mucho más para los pecados del futuro. Por lo tanto, debemos tener confianza
para acercarnos a Dios y confesar delante de su presencia que le hemos fallado,
que hemos pecado y que nos hemos alejado de Él.
Aunque para muchos de
nosotros es difícil reconocer nuestras faltas aun delante de Dios, debemos
echar mano a la humildad y a la sencillez para poder acercarnos a Dios y
confesar nuestros pecados.
No debemos temer
revelar nuestro pecado delante de Dios, pues Él ya lo conoce. Él no nos
apartará de si, sino que nos perdonará y nos atraerá hacia sí mismo.
Debes recordar que el
amor de Dios es grande y que Dios está esperándote con los brazos abiertos para
que su comunión contigo pueda ser restaurada.
Cuando confesamos
nuestros pecados, traemos paz a nuestras conciencias, se restaura el gozo y se
mejora la relación con los demás.
Al confesar nuestros
pecados, se evidencia que amamos a Dios y que no queremos que nada estorbe en
nuestra relación con Él.
No confesemos
nuestros pecados delante de Dios para tratar de buscar un perdón temporal, confesemos
nuestros pecados delante de Dios para recibir perdón y fortaleza para no volver
a ceder ante las tentaciones.
Después de haber
confesado nuestro pecado delante de Dios, lo siguiente que debemos hacer es arrepentirnos con todo nuestro corazón,
y entendamos por arrepentimiento el volverse, el darse la vuelta, darle la
espalda al pecado y volver nuestra mirada al Señor.
El verdadero
arrepentimiento implica un cambio en nuestra manera de pensar en cuanto al
pecado. Debemos pensar en cuanto al pecado, como Dios piensa en cuanto al
pecado.
El verdadero
arrepentimiento, implica un cambio de sentimiento en cuanto al pecado. Debemos
comenzar a odiar el pecado como Dios odia el pecado.
El verdadero
arrepentimiento, implica definitivamente un cambio en nuestra conducta. Debemos
abandonar después de arrepentirnos, toda práctica pecaminosa. Debemos dejar a
un lado todo aquello que hemos hecho que a Dios no agrada. debemos desligarnos
de toda conducta y pensamiento pecaminoso.
Volvamos a Dios en
confesión y pleno arrepentimiento.
En 1 de Juan cap. 2
versículo 1 dice: Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no
pequéis; y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a
Jesucristo el justo.
Nunca debes dudar que
si nos arrepentimos y confesamos nuestros pecados delante de Dios, Él nos
perdonará.
No debemos dudar del
perdón de Dios, debemos convencernos de que Dios nos perdonará en base a que Él
envió a su Hijo para morir en la cruz del calvario por nosotros, para que a
través de su muerte y su resurrección, reconciliarnos consigo mismo.
Debemos confiar en el
abogado que tenemos para con el Padre, ya que es un abogado justo que no hay
causa que no pueda defender.
Aprendamos pues de
nuestros tropiezos y nuestros errores, para cada día madurar y ser más
conformes a la imagen del Hijo de Dios.
Si has pecado, acércate
al Señor, no te desanimes, Dios está esperando que vengas a sus brazos para que
experimentes nuevamente el poder de su gran amor.
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