La oración a Dios
siempre ha sido parte fundamental en la vida de todos aquellos que a través de
la historia han vivido cerca de Dios.
Todo el que se acerca
a Dios debe creer que le hay.
Tanto en el Antiguo
como el Nuevo Testamento, la oración es vital y en cada uno de ellos se nos
exhorta a que oremos.
El Apóstol Pablo
escribió a los creyentes de Tesalónica que oraran sin cesar.
Todos hemos orado
alguna vez, pero algunos dedican más tiempo a la oración que otros, y aunque
día tras día levantemos nuestra voz en oración a Dios, pocos hemos descubierto
la importancia de prevalecer en la oración.
¿Cuantos nos hemos
propuesto a orar y hemos fallado en el intento?
¿Cuántos de nosotros oramos
y no perdemos la motivación al hacerlo?
El Señor Jesús nos
enseña a través de una preciosa parábola acerca de la necesidad de orar siempre
y no desmayar en San Lucas cap. 18 versículo 1 al 8 dice: También les refirió Jesús una parábola sobre la
necesidad de orar siempre, y no desmayar, diciendo: Había en una ciudad un
juez, que ni temía a Dios, ni respetaba a hombre. Había también en aquella
ciudad una viuda, la cual venía a él, diciendo: Hazme justicia de mi
adversario. Y él no quiso por algún tiempo; pero después de esto dijo
dentro de sí: Aunque ni temo a Dios, ni tengo respeto a hombre, sin
embargo, porque esta viuda me es molesta, le haré justicia, no sea que viniendo
de continuo, me agote la paciencia. Y dijo el Señor: Oíd lo que dijo el
juez injusto. ¿Y acaso Dios no hará justicia a sus escogidos, que claman a
él día y noche? ¿Se tardará en responderles? Os digo que pronto les hará
justicia. Pero cuando venga el Hijo del Hombre, ¿hallará fe en la tierra?
Analicemos la
parábola.
Son dos personajes
que encontramos en esta parábola, una viuda con una petición y un juez con un
mal carácter, dice explícitamente que no temía a Dios ni respetaba a hombre.
Con anterioridad se
había establecido en la Ley que no se debía engañar, ni robar a una viuda, por
el contrario, se debía reprimir al opresor y se debía amparar.
Aunque el juez hacía
caso omiso de lo que decía la Palabra, notemos que lo que se destaca de la
viuda fue su insistencia y su importunidad.
Su causa era justa y
aquel juez injusto; pero aunque no temía a Dios ni respetaba a hombre, debido a
la insistencia y a la importunidad de la viuda decidió hacerle justicia.
Al fin esta viuda
obtuvo la respuesta, al fin esta viuda pudo cantar victoria y al fin esta viuda
encontró lo que buscaba.
Pregunta importante
para ti y para mí
¿Qué es lo que más
nos desalienta y nos aleja de la oración?
Aunque puedan existir
varias cosas que nos causen desánimo al orar, lo más común es la no inmediata y
pronta respuesta de parte de Dios.
El Señor Jesús usó
esta parábola, para darnos grandes lecciones que se constituyen en aliento para
nosotros que oramos a Dios.
Meditemos en algunas
preguntas que el Señor nos dejó en esta parábola.
¿Acaso Dios no hará
justicia a sus escogidos que claman a Él de día y de noche y se tardará en
responderles?
Si eres de los que
crees que debes orar sólo una vez por alguna petición te equivocas, tus
oraciones deben ser continuas, no importando si es por la misma petición. Debes
orar a Dios hasta obtener la respuesta,
a menos que Dios te
dé un rotundo no o a menos que Dios te diga que desistas.
Dios ejercita nuestra
paciencia pero nos da seguridad de que nos responderá.
Reflexionemos en lo
siguiente: Si esta viuda recibió respuesta por su importunidad aunque el juez
era injusto, cuánto más nosotros sabiendo que Dios es un Dios justo.
Esta viuda era ajena
al juez, pero nosotros somos hijos de Dios, Él nos conoce y nos ama.
Era sólo una viuda
que venía delante del juez, pero nosotros tenemos la oportunidad de unirnos en
oración con otros.
Ella apelaba a un
juez que era distante, pero nosotros a un Dios que nos ha dicho que nos
acerquemos confiadamente al trono de la gracia.
La viuda no tenía
ningún amigo que intercediera por ella, pero nosotros tenemos un abogado para
con el Padre, a Jesucristo el justo. Nosotros contamos con el Hijo de Dios que
vive para interceder por nosotros.
Hebreos cap. 7
versículo 25 dice: por lo cual puede también salvar perpetuamente a los que por él se
acercan a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos.
Además, dice la Palabra
de Dios que el Espíritu Santo intercede por nosotros con gemidos indecibles.
Nosotros gozamos de
la promesa del Señor que dice: Pedid y se os dará, buscad y hallaréis.
La viuda se acercaba
al juez solamente en algunas ocasiones, pero nosotros tenemos la oportunidad de
acercarnos a Dios de día y de noche.
La importunidad de la
viuda desagradaba al juez, pero Dios se agrada cuando nos acercamos a Él en
oración.
Si deseas que Dios
responda tus peticiones, debes entonces comenzar a prevalecer en la oración.
Debes orar insistentemente
a Dios hasta obtener lo pedido, no debes permitir que nada te aleje del altar
de Dios.
Acuérdate que de
rodillas somos más altos y más fuertes, recuerda que la Palabra del Señor enseña
que debemos orar sin cesar, ora prolongadamente día tras día, ora de noche, de
mañana, de madrugada, ora una y otra vez hasta obtener la respuesta de Dios.
Dios no es un Dios
distante, sino que es un Dios que está cerca de cada uno de nosotros escuchando
nuestras súplicas y nuestros ruegos.
El Espíritu de Dios
te fortalezca y puedas entender la gran necesidad de orar a Dios y no desmayar.
La intención de este
ejemplar en formato PDF es que sirva para tu propio uso, o para que lo
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