jueves, 14 de febrero de 2019

La gran necesidad de orar siempre y no desmayar

La oración a Dios siempre ha sido parte fundamental en la vida de todos aquellos que a través de la historia han vivido cerca de Dios.

Todo el que se acerca a Dios debe creer que le hay.

Tanto en el Antiguo como el Nuevo Testamento, la oración es vital y en cada uno de ellos se nos exhorta a que oremos.

El Apóstol Pablo escribió a los creyentes de Tesalónica que oraran sin cesar.

Todos hemos orado alguna vez, pero algunos dedican más tiempo a la oración que otros, y aunque día tras día levantemos nuestra voz en oración a Dios, pocos hemos descubierto la importancia de prevalecer en la oración.

¿Cuantos nos hemos propuesto a orar y hemos fallado en el intento?

¿Cuántos de nosotros oramos y no perdemos la motivación al hacerlo?

El Señor Jesús nos enseña a través de una preciosa parábola acerca de la necesidad de orar siempre y no desmayar en San Lucas cap. 18 versículo 1 al 8 dice: También les refirió Jesús una parábola sobre la necesidad de orar siempre, y no desmayar, diciendo: Había en una ciudad un juez, que ni temía a Dios, ni respetaba a hombre. Había también en aquella ciudad una viuda, la cual venía a él, diciendo: Hazme justicia de mi adversario. Y él no quiso por algún tiempo; pero después de esto dijo dentro de sí: Aunque ni temo a Dios, ni tengo respeto a hombre, sin embargo, porque esta viuda me es molesta, le haré justicia, no sea que viniendo de continuo, me agote la paciencia. Y dijo el Señor: Oíd lo que dijo el juez injusto. ¿Y acaso Dios no hará justicia a sus escogidos, que claman a él día y noche? ¿Se tardará en responderles? Os digo que pronto les hará justicia. Pero cuando venga el Hijo del Hombre, ¿hallará fe en la tierra?

Analicemos la parábola.

Son dos personajes que encontramos en esta parábola, una viuda con una petición y un juez con un mal carácter, dice explícitamente que no temía a Dios ni respetaba a hombre.

Con anterioridad se había establecido en la Ley que no se debía engañar, ni robar a una viuda, por el contrario, se debía reprimir al opresor y se debía amparar.
Aunque el juez hacía caso omiso de lo que decía la Palabra, notemos que lo que se destaca de la viuda fue su insistencia y su importunidad.

Su causa era justa y aquel juez injusto; pero aunque no temía a Dios ni respetaba a hombre, debido a la insistencia y a la importunidad de la viuda decidió hacerle justicia.
Al fin esta viuda obtuvo la respuesta, al fin esta viuda pudo cantar victoria y al fin esta viuda encontró lo que buscaba.

 Pregunta importante para ti y para mí

¿Qué es lo que más nos desalienta y nos aleja de la oración?

Aunque puedan existir varias cosas que nos causen desánimo al orar, lo más común es la no inmediata y pronta respuesta de parte de Dios.

El Señor Jesús usó esta parábola, para darnos grandes lecciones que se constituyen en aliento para nosotros que oramos a Dios.

Meditemos en algunas preguntas que el Señor nos dejó en esta parábola.

¿Acaso Dios no hará justicia a sus escogidos que claman a Él de día y de noche y se tardará en responderles?

Si eres de los que crees que debes orar sólo una vez por alguna petición te equivocas, tus oraciones deben ser continuas, no importando si es por la misma petición. Debes orar a Dios hasta obtener la respuesta,
a menos que Dios te dé un rotundo no o a menos que Dios te diga que desistas.

Dios ejercita nuestra paciencia pero nos da seguridad de que nos responderá.

Reflexionemos en lo siguiente: Si esta viuda recibió respuesta por su importunidad aunque el juez era injusto, cuánto más nosotros sabiendo que Dios es un Dios justo.

Esta viuda era ajena al juez, pero nosotros somos hijos de Dios, Él nos conoce y nos ama.

Era sólo una viuda que venía delante del juez, pero nosotros tenemos la oportunidad de unirnos en oración con otros.

Ella apelaba a un juez que era distante, pero nosotros a un Dios que nos ha dicho que nos acerquemos confiadamente al trono de la gracia.

La viuda no tenía ningún amigo que intercediera por ella, pero nosotros tenemos un abogado para con el Padre, a Jesucristo el justo. Nosotros contamos con el Hijo de Dios que vive para interceder por nosotros.

Hebreos cap. 7 versículo 25 dice: por lo cual puede también salvar perpetuamente a los que por él se acercan a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos.

Además, dice la Palabra de Dios que el Espíritu Santo intercede por nosotros con gemidos indecibles.

Nosotros gozamos de la promesa del Señor que dice: Pedid y se os dará, buscad y hallaréis.

La viuda se acercaba al juez solamente en algunas ocasiones, pero nosotros tenemos la oportunidad de acercarnos a Dios de día y de noche.

La importunidad de la viuda desagradaba al juez, pero Dios se agrada cuando nos acercamos a Él en oración.

Si deseas que Dios responda tus peticiones, debes entonces comenzar a prevalecer en la oración.

Debes orar insistentemente a Dios hasta obtener lo pedido, no debes permitir que nada te aleje del altar de Dios.

Acuérdate que de rodillas somos más altos y más fuertes, recuerda que la Palabra del Señor enseña que debemos orar sin cesar, ora prolongadamente día tras día, ora de noche, de mañana, de madrugada, ora una y otra vez hasta obtener la respuesta de Dios.

Dios no es un Dios distante, sino que es un Dios que está cerca de cada uno de nosotros escuchando nuestras súplicas y nuestros ruegos.

El Espíritu de Dios te fortalezca y puedas entender la gran necesidad de orar a Dios y no desmayar.

La intención de este ejemplar en formato PDF es que sirva para tu propio uso, o para que lo compartas con amigos que tengan interés.
No debe ser vendido o usado con fines lucrativos.


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