miércoles, 26 de junio de 2019

Así debes orar si le has fallado a Dios.


El Salmo 86:5 dice
Porque tú, Señor, eres bueno y perdonador,
y grande en misericordia para con todos los que te invocan.

Todos le hemos fallado a Dios alguna vez, fallamos a su Palabra, fallamos en sus caminos.

Cuando pecamos le ofendemos, entristecemos al Espíritu Santo, desperdiciamos tiempo lejos de Dios, desperdiciamos nuestra vida y todo lo que Dios nos da. Cando pecamos, defraudamos a otros y les hacemos daño, avergonzamos a nuestra familia, sufrimos heridas en nuestro cuerpo y nuestra alma y nos toca llevar las consecuencias de lo que hicimos mal.

Cuando le fallamos a Dios, sentimos vergüenza, nos invade la inseguridad para acercarnos a Él y nos entorpecemos al orar, ya que no sabemos si Dios nos recibirá, escuchará y perdonará.

El problema de muchos al orar cuando le fallamos a Dios, es que no sabemos sobre qué fundamentar nuestra oración, y si no lo sabemos, no sabremos qué decir.

Yo no haré una oración para que la repitas, lo que haré será darte fundamentos para que tengas razones y sepas cómo dirigirte a Dios si le has fallado.

Respondamos la siguiente pregunta: ¿qué nos lleva a fallarle a Dios?

Hay varias cosas por las cuales le fallamos, dentro de ellas están: el temor, la inseguridad, las necesidades, la pérdida de algún bien, nuestras debilidades, momentos de angustia y peligros, y le fallamos a Dios por falta de temor a Él.

Cuando le fallamos a Dios, comenzamos a sentir que nunca más podremos acercarnos a Él, ya que hemos hecho algo terrible; sentimos que el pecado ha establecido una brecha entre Dios y nosotros y comenzamos a sentirle distante. Comenzamos a sentir que no valemos nada y aun sabiendo que somos hijos de Dios, sentimos que ya no daríamos un centavo por nosotros mismos.

Muchas veces no nos deja acercarnos a Dios un falso concepto de nosotros mismos.

Te pregunto:

¿Quién te considerabas para nunca fallar?

¿Acaso no somos simples mortales a quienes la Biblia llama vasos de barro?

¿Pensabas y creías que ya eras perfecto para no fallar?

¿Acaso comenzaste a pensar que eras mejor que otros?

¿Se te olvidó que para mantenerte en pie necesitas de una constante dependencia de Dios?

¿Se te olvidó que Dios te amo aun sabiendo de tus futuras faltas?

A continuación, mencionaré dos ejemplos importantes que nos ayudarán a saber que lo más importante después de fallar, es acercarnos a nuestro Padre celestial con la seguridad de su perdón y de su restauración.

El Salmo 51, es una oración hecha por el Salmista David después que fue confrontado por su pecado de adulterio y complicidad en la muerte del marido de la mujer con quien pecó.

David sabía que sus errores habían dañado a mucha gente y así nos pasa a nosotros.

Todo pecado nos hiere a nosotros mismos y a otros, y finalmente ofende a Dios porque es rebelión contra el estilo de vida que Él nos demanda.

En Lucas capítulo 22 versículos 54-62, encontramos el ejemplo de Pedro, que después de haberle jurado amor y fidelidad a Cristo, terminó negándolo por tres veces que lo conocía, lo que lo llevó a llorar amargamente, no sólo porque negó a su Señor, sino también, porque le dio la espalda a su amigo, quien lo amó y lo enseñó durante tres años.

Déjame decirte algo muy importante: Si tú que me estás escuchando eres hijo de Dios, debe saber que existe una gran diferencia entre confesar el pecado como culpables por primera vez y confesar el pecado como hijos de Dios.
Hemos sido lavados de una vez y para siempre por la Sangre de Cristo, pero nuestros pies todavía necesitan ser lavados de la profanación de nuestro diario caminar como hijos de Dios.

La naturaleza enseña, que el deber de los hijos que cometen faltas, es confesarse ante su padre terrenal y la gracia de Dios en el corazón nos enseña, que nosotros como sus hijos tenemos el mismo deber ante nuestro Padre celestial.

Cuando David se sintió impotente por haber pecado, no se cruzó de brazos ni cerró sus labios, sino que fue rápidamente el trono de la gracia de Dios procurando que su corazón y su espíritu fueran renovados.

Las lágrimas de Pedro reflejaban un profundo arrepentimiento por haberle fallado a su Maestro.

Las vidas de estos hombres no fueron marcadas por haberle fallado a Dios, sino porque habiendo fallado no se alejaron de Él, sino que se acercaron arrepentidos deseando una vez más estar a paz con Él.

Te pregunto:

¿Tienes una intención sincera de apartarte del pecado? tu dirás:
- pero, para qué, si siento que Dios no me perdonará.

Pensar que Dios no nos perdonará, no nos permite disfrutar de muchas cosas que Él tiene para nosotros.

Hay una esclavitud que viene al sentir que Dios no nos perdona. Nos sentimos condenados por este sentimiento, nos sentimos rechazados y condenados por Dios; pero esa no es la forma de Dios relacionarse con sus hijos, ya que la Biblia nos enseña que tenemos un Padre perdonador.

Nosotros ofendemos y fallamos todos los días y no debemos irnos a descansar sin recibir nuestro perdón diario; si no lo hacemos, sentiremos que hay una distancia entre Dios y nosotros y para evitar esto, necesitamos arrepentirnos. Te preguntarás ¿Cómo me arrepiento?

Escúchame bien:

El arrepentimiento, es un cambio de mentalidad en cuanto a nuestras obras para poder experimentar nuevamente una relación afectuosa con la persona a quien le fallamos.

Un arrepentimiento, tiene que involucrar un cambio de pensamiento con respecto a aquello en que le desobedecimos a Dios.

Un arrepentimiento genuino, debe involucrar un cambio en el estilo de vida que llevamos.

Un verdadero arrepentimiento, implica confesar delante de Dios nuestro pecado en que hemos fallado.

Procura que cuando ores a Dios confesando tu pecado, tus palabras sean un fiel reflejo de un espíritu humillado.

Dios desea ver en nosotros un espíritu quebrantado.

Dios quiere que estemos cerca de Él y que experimentemos su vida plena y completa, pero el pecado no confesado hace que esta intimidad sea imposible.

Aprende en tu confesión a ser honesto con Dios, no le des nombres hermosos a la falta que cometiste; se totalmente sincero con Dios, no dudes de su perdón y de esta manera permanecerás en plena comunión con Él.

Cuando nos presentemos a confesar nuestros pecados ante el Dios de los cielos, recordemos que estamos delante de un Padre que nos ama, de un Padre que es compasivo, de un Padre que conoce nuestra condición y que se alegra de nuestro regreso a Él.

El arrepentimiento no es algo a lo que debamos huir; por el contrario, el arrepentimiento nos hace humildes, nos restaura a una posición donde experimentamos la gracia de Dios y nos capacita para ser usados por Él.

El arrepentimiento nos cambia la perspectiva de las cosas.

Debemos siempre recordar que Dios se centra en nuestro regreso; entonces cuando ores, da gracias a Dios por su perdón y ten la plena seguridad de que te ha recibido.

Muchos también dirán:
-yo he orado, pero siento que no me ha perdonado.

Déjame decirte: No podemos entender el perdón de Dios si no entendemos que la motivación principal de Dios para perdonarnos sólo la encuentra en sí mismo.

1 Juan 1: 9 dice:
Si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad.

Recordemos la parábola del hijo pródigo en Lucas capítulo 15 versículos 11-32.
El hijo pródigo no tenía nada que motivara a su padre para que le perdonara, y él solo le perdonaba por el amor incondicional hacia su hijo.

A continuación, conoceremos 6 características del perdón de Dios tomadas de la parábola del hijo pródigo, que deben darte seguridad al orar y al acercarte a Dios después de haberle fallado.

PRIMERO. El perdón de Dios es constante.
Esto significa, que desde el momento en que el hijo pidió todo a su padre y se fue de la casa, este hombre le perdonó. El padre sabía lo que al hijo le acontecería lejos de casa, pero desde el día en que decidió irse, de antemano le perdonó.
El perdón de Dios no es temporal, sino constante.
Su perdón nunca se ha detenido.

SEGUNDO. El perdón de Dios es paciente.
El padre siempre esperaba el regreso de su hijo.
Dios espera el tiempo necesario hasta que reconozcamos nuestra desobediencia y confesemos nuestro pecado. Él nos espera pacientemente en el mismo lugar en que le abandonamos un día.
Él no se ha alejado; Él no es quien se ha ido, sino que hemos sido nosotros quienes en ocasiones nos salimos de sus caminos.

TERCERO. Él perdón de Dios siempre está dispuesto.
Es gratificante saber, que el padre del hijo pródigo salió a su encuentro para abrazarlo. Dios nunca pierde la disposición y la motivación para recibirnos en nuestro regreso.
Dios siempre espera; lastimosamente no nos acercamos muchas veces a Él sino hasta que tocamos fondo en la vida.

CUARTO. Él perdón de Dios siempre es producto de su amor.
Lo único que le interesaba a este padre, es que su hijo había regresado; que estaba perdido y que había vuelto y que se había restaurado la comunión entre los dos. Eso era lo que más le importaba.

QUINTO. El perdón de Dios es completo.
Dios perdona de manera completa.
Este padre, no perdonó sólo algunas cosas que su hijo había hecho, como abandonar la familia y malgastarlo todo; también perdonó su vida inmoral y todo lo que demás había hecho. Al venir a Dios, Él nos perdona de manera completa y no parcialmente, pues no hay pecado que la Sangre de Cristo no pueda limpiar.

SEXTO. El perdón de Dios es incondicional.
En ningún momento el padre le pidió explicaciones a su hijo acerca de qué manera había malgastado lo que le había dado, acerca de cómo desperdició su tiempo; ya que el hacerlo no solucionaba nada y entendía que eso ahora sólo hacía parte de su pasado. Por esta razón, cuando llegues ante Dios, debe saber que llegaste ante un Padre amoroso, que está gozoso de que hayas reconocido tu falta, quien desea perdonarte completamente e incondicionalmente por su amor.

Cuando el hijo regresó, el padre lo abrazó mostrándole que lo aceptaba, y lo besó confirmándole su perdón; lo mandó a vestir devolviéndole la posición que antes tenía y mando a ponerle un anillo como emblema de restitución de autoridad, e hizo fiesta por su regreso.

Dios nos brinda todas las garantías para acercarnos a Él y se nos revela como un padre perdonador para que tengamos confianza al hacerlo.

Muchos pensarán que lo que estoy diciendo, es que podemos apartarnos de Dios, vivir como queramos y que no pasará nada, pues todo lo que Dios hará será perdonarnos. pues no, ya que no se puede pecar sin sufrir las consecuencias.

El pecado acostumbra dejar consecuencias desastrosas y es por esta razón que Dios desea que siempre permanezcamos a su lado para no tener que sufrirlas.

Algunos me dirán, qué digo esto porque no sé exactamente lo que han
hecho; y es preciso que este pensamiento es una de las razones por las que te he expuesto la grandeza del perdón de Dios.

Acércate a Dios, hazlo como lo hizo el hijo pródigo.
Levanta tu mirada el cielo, reconoce tu falta o pecado, arrepiéntete, aléjate de ello, pide perdón y regresa que el Padre celestial te está esperando.

A manera de ejemplo de oración, el Salmo 51 dice:

51:1 Ten piedad de mí, oh Dios, conforme a tu misericordia;
Conforme a la multitud de tus piedades borra mis rebeliones.
51:2 Lávame más y más de mi maldad,
Y límpiame de mi pecado.
51:3 Porque yo reconozco mis rebeliones,
Y mi pecado está siempre delante de mí.
51:4 Contra ti, contra ti solo he pecado,
Y he hecho lo malo delante de tus ojos;
Para que seas reconocido justo en tu palabra,
Y tenido por puro en tu juicio.
51:5 He aquí, en maldad he sido formado,
Y en pecado me concibió mi madre.
51:6 He aquí, tú amas la verdad en lo íntimo,
Y en lo secreto me has hecho comprender sabiduría.
51:7 Purifícame con hisopo, y seré limpio;
Lávame, y seré más blanco que la nieve.
51:8 Hazme oír gozo y alegría,
Y se recrearán los huesos que has abatido.
51:9 Esconde tu rostro de mis pecados,
Y borra todas mis maldades.
51:10 Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio,
Y renueva un espíritu recto dentro de mí.
51:11 No me eches de delante de ti,
Y no quites de mí tu santo Espíritu.
51:12 Vuélveme el gozo de tu salvación,
Y espíritu noble me sustente.


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