viernes, 5 de abril de 2019

Cómo orar con el Padre Nuestro

Vosotros pues orareis así:
Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra. El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy. Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores. Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal; porque tuyo es el reino, y el poder, y la gloria, por todos los siglos. Amén. 
Mateo cap. 6:9-13.(Reina Valera 1960)

No cabe duda que este es el ejemplo de oración más sublime que podemos tener, y partiendo de allí, podemos decir que el más interesado en que tengamos una vida de oración saludable es Dios, pues de esta manera permaneceremos en comunión con Él, experimentaremos descanso y se fortalecerá nuestra fe.

Esta oración del Padre nuestro, se convierte en la mejor evidencia de que cuando Dios quiere que hagamos algo, Él nos indica cómo hacerlo. Por lo tanto, este es el mejor ejemplo acerca de cómo debemos orar dado por nuestro Señor Jesucristo.

Antes de deleitarnos en el estudio de la estructura de esta oración, analizaremos algunas indicaciones previas acerca del mismo tema.
En Mateo cap. 6 versículo 5 dice:
Y cuando ores, no seas como los hipócritas; porque ellos aman el orar en pie en las sinagogas y en las esquinas de las calles, para ser vistos de los hombres; de cierto os digo que ya tienen su recompensa.

Este texto nos enseña, que podemos caer en el error de orar hipócritamente. Oramos hipócritamente, cuando lo hacemos con la intención de ser vistos y de ser alagados por los hombres. Bien claro fue nuestro Señor Jesucristo cuando dijo en el versículo 6 lo siguiente: Mas tú, cuando ores, entra en tu aposento, y cerrada la puerta, ora a tu Padre que está en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público.
En otras palabras, cuando ores entra en tu cuarto y cierra la puerta, busca un lugar privado y ora a tu Padre que está en secreto.

Dios ama la oración en lo secreto con Él y este tipo de oración Él ha dicho que responderá.

La segunda indicación importante de Nuestro Señor Jesucristo acerca de la oración, la conoceremos leyendo en el versículo 7 del capítulo 6 de Mateo dice:
Y orando, no uséis vanas repeticiones, como los gentiles, que piensan que por su palabrería serán oídos.

En otras palabras, cuando oren, no hablen sólo por hablar, no se preocupen de usar muchas palabras sólo con la intención de alargar su oración pensando que por esta razón Dios está obligado a responder; no oren de esta manera, porque nuestro Padre sabe de qué cosa tenemos necesidad antes que le pidamos algo.

Vosotros pues orareis así dijo el Señor en el versículo 9.
Esto no quiere decir, que debemos adoptar esta oración como un mero formulario o un conjunto de frases sagradas o mágicas; lo que el Señor nos está enseñando aquí, es la manera de cómo debemos hacerlo.

Esta oración del Padre nuestro, es como una carta enviada de la tierra al cielo, pues contiene la persona a quien va dirigida, a nuestro Padre; la dirección, en los cielos; el contenido, en las distintas peticiones; la despedida, cuando dice: porque tuyo es el Reino; y el sello, un Amén.

Esta oración empieza como debe empezar toda verdadera oración, dirigiéndonos a Dios como nuestro Padre. Dice: Padre nuestro.
Dios es nuestro Padre, que conoce nuestro caso y nuestras necesidades mucho mejor que nosotros.

Nada más agradable a Dios y placentero para nosotros, que llamar Padre a Dios.

Es la fe la que nos ayuda a saber que Él es nuestro Padre, es el amor que lo reconoce como Padre, es el gozo que se regocija en Él como Padre, es el temor que tiembla ante la idea de desobedecerle porque Él es mi Padre y es la confianza que me hace depender de Él, porque sabe que Él es mi Padre.

Cuando el océano de los problemas llega, cuando se levantan las olas de la adversidad y cuando el barco se atasque en las rocas, cuán bueno es decir: Padre nuestro que estás en los cielos y ver que sus poderosas manos están en el timón.

Como hijos, nuestras oraciones pueden ser como pedacitos que se nos dificulta juntarlos; pero aun así, nuestro Padre nos escucha.

Aunque nuestra oración sea una oración llena de fallas, una oración tal vez tonta, una oración en la que quizás pidamos lo que no conviene, debemos comenzarla con confianza diciendo: Padre nuestro.

Debemos dirigirnos a Dios como Padre que está en los cielos, ya que los cielos son su trono, el cual es para nosotros los creyentes un trono de gracia.

Desde su trono Dios tiene una visión amplia y clara de todas nuestras necesidades, de todos nuestros problemas, de todos nuestros deseos y de todas nuestras debilidades.

Como Padre, está deseando ayudarnos, y como Padre celestial es poderoso para ayudarnos y para hacer por nosotros más de lo que podamos pensar y desear.

Por ser Padre, debemos acercarnos a Él confiadamente y por ser celestial debemos acercarnos reverentemente.

Las peticiones que conforman este maravilloso modelo de oración son seis.

Las tres primeras tienen que ver directamente con Dios y su honor y las tres últimas con nuestras necesidades.

El final del versículo 9 dice: Santificado sea tu nombre. Es decir, que a Dios se le debe tributar el honor y la gloria que sólo a él pertenecen.

Hemos de dar gloria a Dios antes de esperar recibir de Él cualquier cosa.

Nuestros pensamientos y sentimientos en la oración, deben estar dirigidos ante todo a la gloria de Dios y Dios siempre debe llevarse la gloria por todo lo que hace en nosotros y por nosotros.

La segunda petición en esta oración dice: Venga tu Reino.
Esto quiere decir, que debemos pedir que el Reino espiritual de Dios que representa toda su voluntad, sea establecido en nuestros corazones, para que así, la exaltación de Nuestro Señor Jesucristo se haga evidente en nosotros.

En la segunda parte del versículo 10 encontramos la tercera petición que dice: Hágase tu voluntad como en el cielo, así también en la tierra.
Digámosle a nuestro Padre: Capacítame para hacer lo que te agrada, dame la gracia necesaria para el correcto conocimiento de tu voluntad y una obediencia total para que no te desagrade yo en ninguna cosa que haga, ni sienta desagrado por ninguna cosa que tú hagas en mí.

Quien nos enseñó a orar de esta manera, practicó este principio sin ninguna restricción. Cuando el sudor como sangre bañaba su rostro y todas las angustias y temores humanos lo afligían, no cuestionó la voluntad del Padre; por el contrario, bajó su cabeza y clamó: No se haga mi voluntad sino la tuya. Lucas capítulo 22 versículo 42.

Cumpliendo con la voluntad de Dios, permitiremos que el Reino de Dios sea establecido aquí ahora.

Permitamos entonces que la tierra vaya asemejándose al cielo mediante la observancia de la voluntad Divina.

La cuarta petición la conoceremos leyendo el versículo 11 dice:
El pan nuestro de cada día dánoslo hoy.
Luego de orar por las cosas de Dios, su gloria, su reino y su voluntad, pidamos también por lo que necesitamos. El pan nuestro de cada día dánoslo hoy.

Cada palabra de esta petición contiene una lección.

Primero. El pan. Debemos aprender a pedir lo que es necesario y sano.

Segundo. El pan nuestro. Al pedir por nuestro pan, somos estimulados a la honestidad y a la productividad.

Tercero. El pan nuestro de cada día. Al pedir el pan nuestro de cada día, expresamos la dependencia continua de la provisión Divina.
Al pedir el pan de cada día, enfrentamos el afán y la ansiedad que nos provoca el futuro.

Cuarto. Dánoslo. Al orar a Dios que nos dé el pan diario, estamos reconociendo que Él es quien nos sustenta. Al pedir a Dios nuestro sustento diario, no debemos hacerlo de manera egoísta, es decir, debemos pedir para que Dios también lo dé a otros.

Quinto. El pan nuestro de cada día dánoslo hoy.
Así como no podemos pasar un día sin alimento, tampoco lo podemos pasar sin oración.
Pidamos por el de hoy, no por el de mañana y aprendamos a desechar toda inseguridad y desconfianza de las promesas de Dios.

El versículo 12 dice: Y perdónanos nuestras deudas como también nosotros perdonamos a nuestros deudores. Nuestros pecados son nuestra deuda de castigo.
Dios es un Dios perdonador; y al orar, debemos hacerlo en confesión de nuestras faltas y pecados cometidos.
El Salmo 103:3 dice:
Él es quien perdona todas tus iniquidades,
el que sana todas tus dolencias
.

El perdón a otros, también nos da la gracia para implorar el perdón de Dios.

Soportar, perdonar y olvidar las faltas e injurias que nos hacen, se hace necesario para el perdón y la paz de Dios.

El perdón te permite encontrar el favor de Dios y hace que sientas libertad al acercarte a Él.

El versículo 13 dice: Y no nos metas en tentación, más líbranos del mal; porque tuyo es el reino, y el poder, y la gloria por todos los siglos. Amén. ( Reina Valera 1960)

Después de orar para ser librados de la culpa del pecado, oremos ahora para ser librados del peligro del pecado.

Nuestro Señor Jesucristo conoce los resultados de caer en las tentaciones y ser arrollados por el mal; por esta razón, nos enseña que pidiendo a nuestro Padre celestial protección y salvación, resultará en la mejor manera de permanecer en pie.

La segunda parte del versículo 13 también nos enseña la manera de cómo debemos terminar nuestras oraciones dice: Porque tuyo es el reino, y el poder, y la gloria por todos los siglos. Amén.

Debemos terminar nuestras oraciones con alabanzas y gratitud a Dios.

Alabamos a Dios y le damos gloria, no porque lo necesite, sino porque lo merece.

Y sin duda no puede faltar: Amén.
Tanto para expresar nuestro deseo: Que así sea, como también para expresar la seguridad de que Dios nos escucha.

Nuestro amén, refleja nuestro deseo; y el amén de Dios, que refleja la seguridad para nuestra oración; así será.


La intención de este ejemplar en formato PDF es que sirva para tu propio uso, o para que lo compartas con amigos que tengan interés.
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